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  La Carta apócrifa trata de una conversación epistolar que mantiene el dictador, su confesión imposible, con un siquiatra que le escribió expresándole cuánto le temía y cómo jamás podría olvidarlo ni vivir sin sus condicionamientos. Pinochet le cuenta su particular visión de los chilenos y de Chile y, con una gran lucidez, le manifiesta que él no es el Padre ni el Maestro perverso de Chile, como el siquiatra le sugiere, sino que es el Hijo y el Buen Alumno que sólo ha seguido las enseñanzas de un pueblo que debe revisar su historia y su idiosincracia.