Teatro

La duda metódica ( 2015)

En pleno siglo XXI, dos grupos de chilenos -discípulos fervorosos del filósofo René Descartes- han comenzado una guerra violenta y subterránea entre ellos. Quieren definir quién impondrá sus valores y su visión del mundo al gobierno de turno para su propio provecho. Uno es partidario de imponer el Deseo como motor de la historia humana; el otro está por imponer el Disimulo como impulso básico de toda relación entre los seres vivos. Ambos grupos están dispuestos a aniquilarse mutuamente por ello. A través de su desarrollo, la obra nos sugiere que Descartes vivió en Chile durante las dos décadas en que estuvo perdido para sus biógrafos, en el siglo XVII. En la historia oficial, su pista se difumina poco después de su descubrimiento de la Duda y el Método como motor del conocimiento científico y de declarar su lema Pienso, luego existo. Sin embargo, en sus años chilenos habría desistido de la Razón y habría cambiado el dilema cartesiano clásico dando paso a dos vertientes interpretativas de su pensamiento: Deseo, luego existo y Disimulo, luego existo, por las que nunca quiso tomar partido abiertamente.
La obra propone, entonces, que en esos veinte años chilenos, Descartes cambió su pasión por la Razón por una obsesión por el Deseo, y que, para no ser juzgado por la Iglesia y la Monarquía, y finalmente ejecutado, desarrolló el Disimulo como forma de esconder sus pasiones y disfrazar su desapego de la Razón. Este disfraz daría origen a la idiosincrasia de sus seguidores que habrían transmitido estos valores desde el siglo XVII hasta la actualidad sin ninguna contención.

La obra transcurre en dos épocas, en un montaje alternado: durante la Corte de Cristina de Suecia en Estocolmo, en 1650, cuando Cristina pretende arrancarle a Descartes, poco antes de que muera, el misterio de su estadía secreta en Chile, y los motivos que lo llevaron a cambiar su perspectiva sobre el Deseo y la Razón.
Y también en el siglo XXI, en Chile, donde ambos grupos de discípulos se enfrentan a sangre y fuego, acusándose de apócrifos, mientras intentan imponer sus valores al Presidente de la República. Este se ve así conminado a asumir una u otra interpretación del legado cartesiano para combatir una extraña Amenaza que atenta contra la base del poder político y la estabilidad del Estado.