¿Por qué, si el gobierno cuenta con destacados humoristas en todas sus esferas (como cuando se dijo que estamos a punto de ser un país desarrollado) viene y secuestrael suplemento humorístico de APSI? Creo que este es un caso para la comisión antimonopolios”.
Así se quejaba Hervi en el diario La Época el 26 de agosto de 1987. Una semana antes, Investigaciones había requisado en imprenta los 35 mil ejemplares delespecial Las mil caras de Pinochet: Mi diario secreto, que APSI pretendía publicar al día siguiente y donde un Pinochet vuelto caricatura daba rienda suelta a sus anhelos y temores más ocultos. La orden venía firmada por el general Jorge Zincke (más tarde procesado por secuestro y desaparición de personas) y los periodistas Marcelo Contreras –director de APSI– y Sergio Marras –director adjunto y creador del Diario secreto– fueron declarados reos por “ofensas a las Fuerzas Armadas”. Y claro, si habían vestido al dictador de Rambo, de aymara, de Luis XIV, levantando pesas, haciendo karate... Un asesinato de imagen que “pavimentaría el camino a su asesinato físico”, según diría Ambrosio Rodríguez, Procurador General de la República, en una charla sobre terrorismo a los cadetes de la Escuela Militar. Marras llegó a la ex Cárcel Pública y tuvo suerte: “Aquí somos todos radicales, herederos de don Arturo Alessandri Palma y de don Pedro Aguirre Cerda”, le confesó el Jefe de Guardia y lo alojó en la Enfermería a la espera de su traslado a Capuchinos. En su habitación de enfermo, que compartió con un asesino, vio a César Antonio Santis anunciar su detención por las pantallas de Canal 13. Para hacerse una idea del apego a la ley que inspiraba a la justicia militar, vale la pena citar este pasaje donde Marras se refiere al día en que la Corte Marcial le negó
la libertad condicional: “El fiscal Lorenzo Andrade, nuestro acusador, poco antes de que yo debiera volver a Capuchinos, apareció por la sala de los presos de la Fiscalía Militar. Mientras me palmoteaba la espalda, dijo:
–Yo no tengo nada contra ti, sabís. Además, encuentro que escribís re bien.
–Entonces, por qué tanto empeño en cagarnos.
–La ley, pos gallo, la ley. Yo tengo que hacer que la ley se cumpla. Pero vos me caís bien.
El gendarme lo miró con un cierto desprecio.
–Tenemos que irnos señor –me dijo. Y me invitó a caminar con un leve gesto.
–Chis, no pos mi gendarme –objetó el fiscal–. No está cumpliendo con el reglamento. A este huevón se lo tiene que llevar encadenado. Está declarado reo por insultar a mi general.
El gendarme me miró con un gesto de impotencia. Sacó la cadena, me ató las manos y después me la pasó por dentro de la pierna del pantalón derecho. Luego, me la ató en un tobillo.
–A ver, así no es la cosa –volvió a la carga Andrade–.
Usted sabe que se la tiene que poner corta. El gendarme la acortó y puso el candado”.
Semejante devoción por la ley llevó al fiscal Andrade a concebir una idea memorable: solicitar un “informe sicopolítico” sobre el Diario personal que probara que Contreras y Marras eran terroristas intelectuales. El problema es que nadie lo quería hacer. “En esta Pontificia Universidad Católica de Chile no se imparte ni se ha impartido la Cátedra de Psicopolítica”, respondió primero la UC.
La Universidad de Chile hizo lo propio y luego se negaron la Sociedad Chilena de Neurología y el Colegio de Psicólogos de Chile. Hasta la Academia de Estudios Políticos y Estratégicos (dependiente del Ministerio de Defensa) se declaró incompetente, adjuntando en su respuesta los contenidos de su asignatura Guerra Política, donde entre nuestros potenciales enemigos externos aparecían la ONU, la OEA, la OIT y la Banca Internacional (sic). Y aunque los estudiosde la Academia contemplaban “El aprovechamiento del consciente, subconsciente e inconsciente del individuo”, sicopolítica no hacían. Andrade cortó por lo sano y le pidió el informe a la CNI. Su director, el general Hugo Salas Wenzel –quienun par de meses atrás había ordenado la matanza de la Operación Albania, delito que hoy paga en Punta Peuco– asumió personalmente la redacción del informe.
A continuación, algunos extractos:
La referida publicación cae en excesos y bajezas, que se apartan de la concepción periodística en lamateria para profundizar en un ataque de la más refinada técnica sicopolítica. […] La acción sicopolítica
está orientada, en forma sistemática y reiterativa, a difundir la idea de que la persona de S.E. el Presidente de la República tiene las supuestas características que a continuación se indican:
–Desequilibrio de la personalidad, con predominiode traumas infantiles que lo conllevan a una conducta desconcertante.
–Falto de formación intelectual.
–Dominado por quienes tienen personalidad más fuerte (imagen del padre). […]
–Cuadro de neurosis –apartamiento de la realidad—actitud de contra compulsión que lo hace actuar contra la lógica.
–Ansias de perpetución histórica. […]
–Horrorosa imagen de un tirano que no puede estar sin succionar sangre (páginas 12 y 13), homologándoloa la leyenda de Drácula.
–“Buen Vino, Pequeño Maligno” y se agrega que“solo entre amigos” (fiestas con mujeres en la intimidad) (P 14).
–Se reitera su atribuida inclinación de ver correr sangre, beber y rodearse de mujeres, a quienes les atrae el terror (P 15).
–Neurosis por crímenes. Profundas depresiones de tipo infantil y proyecta su YO dividido (real ideal) y este último le representa lo despreciable que hay en él (P 16). […]
–Oníricamente se le visualiza como desviado sexual y que es preciso intervenirlo neuroquirúrgicamente.
Para terminar en contraportada, presentándolo como un monstruo. (P 24).
De poco sirvió tanta perspicacia. Los inculpados tuvieron de su lado a la opinión pública chilena e internacional y tras un fallo dividido, la Corte Suprema les concedió la libertad condicional. Cinco años después, la justicia civil los sobreseyó. Pero el humor de APSI también supo de pasiones religiosas. En noviembre de 1987, la reproducción de unos cómics españoles sobre Dios indignaron a un movimiento“teocrático” que respondió arrojando kilos y kilos de gallinas podridas, refritos de pescado y caca humana a las puertas de revista. “Señor Presidente, ¡relegue a estos marxistas herejes!”, escribieron en la pared. Y por si acaso, llamaron a la redacción: “Blasfemar el nombre de Dios no es algo gratuito. Si quieren Inquisición, la tendrán.
Esta absurda aventura judicial constituye sólo uno de los 12 capítulos de Memorias de un testigo involuntario (1973-1990), libro donde el periodista y escritor Sergio Marras (64) recrea las escenas y conversaciones que registró durante los años de dictadura entre Chile, Latinoamérica y Europa. Además, hace una dura crítica al periodismo chileno posterior a Pinochet, y a la falta de vigor de su generación como heredera de la democracia.